La arquitectura y la tecnología están fuertemente
vinculadas, siendo esta relación totalmente evidente en los edificios y
construcciones de la revolución industrial. La famosa frase “La forma sigue a
la función”, acuñada por la alemana
Bauhaus (originalmente, la Staatliche Bauhaus, Casa de la Construcción Estatal)
desde sus comienzos se refleja en el edificio diseñado por Walter Gropius, que
fue su sede en Dessau, Alemania, entre 1925 y 1926. Sus volúmenes son
independientes entre sí, y cada uno fue diseñado para la función para la que
fue concebido. Además de esta relación entre la forma y la función, el
manifiesto de la Bauhaus reivindicaba la unidad de los artistas, incluyendo
entre estos a los arquitectos, y la vuelta al trabajo artesanal, “ construir un
nuevo gremio de artesanos sin las barreras de clase que pretenden crear un muro
entre los artesanos y los artistas ” e incorporar los productos diseñados a la
producción industrial, convirtiéndolos en asequibles para el gran público.
Aunque ya han pasado 80 años desde que la Bauhaus cerró sus
puertas, estos principios pueden recuperarse en el siglo XIX gracias a la
impresión 3D, una nueva tecnología que, entre sus muchas aplicaciones, puede
llegar a revolucionar la arquitectura de distintas formas, desde los diseños a
los materiales usados, pasando obviamente por el proceso de fabricación.
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